Vaya por delante que los argumentos arrojados en este post no se basan en ningún estudio, si no en la observación y la experiencia personal de algo más de 15 años como diseñadora gráfica y alguno menos como profesora de diseño.
¿El profesional del diseño gráfico nace o se hace?
Como en toda profesión, el camino se hace andando. Con los años se va aprendiendo y esta no es una excepción aunque en muchos casos, el mío propio también, hay algo dentro, un gusto o una inclinación por el dibujo o por cómo hacer las cosas más atractivas para los demás.
El diseño gráfico requiere de bastantes conocimientos técnicos: teoría del diseño, del color, de las formas, de la tipografía; conocimiento de materiales y de técnicas de reproducción; de todo tipo de soportes, tanto físicos como digitales; conocimientos de composición, jerarquía y proporción.
Muchos de estos conceptos y alguno más se aprenden en los libros y en las clases, el diseñador gráfico se hace. Luego está la otra parte, con la que se se nace, la capacidad de observación, de análisis de los que nos rodea, de observar los comportamientos de los demás, la curiosidad por ver películas, escuchar música y programas, pasear mirando, leer libros e incluso los folletos de supermercado que caen en nuestras manos, escudriñar una exposición más allá de lo expuesto, ver donde otros solo miran.
La principal característica que debe tener cualquier persona que quiera ser diseñador gráfico es la curiosidad y las ganas de de aprender y reaprender para ser capaz de hacer las cosas de otro modo, no repetirse y adaptarse a cada proyecto y audiencia que tenga entre manos.
Debe tener mucha mano izquierda para encajar los comentarios sobre su trabajo, pues muchos suponen que el diseño gráfico va de gustos personales, no son conscientes de los conocimientos y la teoría que hay detrás de cada decisión. Por tanto, a veces hay que saber rebatir opiniones con argumentos y razones.
Es una carrera de fondo ir añadiendo conocimentos a nuestro disco duro mental, a nuestro imaginario que debe ser lo más rico posible. Hay pocas profesiones que para mejorar exijan observar el mundo, ver películas, ir a exposiciones, "espiar" a otros, salir, leer, escuchar, hacer las cosas con las manos, para luego ser capaces de construir, crear y traducir visualmente conceptos y sensaciones.
En definitiva, el diseñador nace en un pequeña proporción y en gran medida se hace con el paso de los años, quizás sea de lo más bonito que tiene este oficio, nunca se termina de aprender y todo sirve para inspirar o hacer nacer la chispa que resuelva el siguiente proyecto.
Autora: Isabel Martínez Gestal.